miércoles, 30 de marzo de 2011

El frasco vacío

Contraste raro y llamativo el de la berenjena negra.

Por fuera oscura y brillante, resbaladiza, casi pulida. Por dentro blanca y carnosa, suave, húmeda. Analogía que se podría aplicar a la vida misma,  a las relaciones humanas, a los amores infructuosos.

Me gusta mucho su versatilidad. Admite tantas y variadas formas de preparación. Combinaciones de sabores y texturas.

Para ser acompañamiento y para ser acompañada.

Abrir un frasco de berenjenas en escabeche me transporta directamente a días felices. El tarro hasta el borde de rodajas suaves y perfumadas, domingos placenteros, sol de otoño, asado, siestas largas, despertar de manos entrelazadas.

Frio de invierno en las calles. Humeante lasagna de berenjenas que borbotea muzzarella, perfumada con ajo, oregano y fileto. Pantuflas, almohadones, cobija en el sofá. Una película de alquiler. Capuccino y amaretis.

Los primeros colores de la temporada, las primeras flores, los perfumes más frescos, los días más largos. Unas tostadas de pan casero, puré de berenjena, una copa de Chardonay.

Llegará el verano, el frasco casi vacío. Unas pocas rodajas de berenjenas en escabeche en el fondo. Como casi todo, se termina lo bueno, no hay más. Quedará en nosotros volver a llenarlo, producción nueva, alimentar el frasco, alimentar la vida, crecer, permanecer.

Una caponatta para acompañar una simple pechuga grillada. Limonada casera.

Otras recetas vendrán, casi nunca pueden repetirse de la misma forma, el sabor cambia, la intensidad también, la pasión, las miradas. Pero siempre habrá opciones, siempre tendremos berenjenas que cortar, preparaciones por descubrir, frascos por abrir…



1 comentario:

  1. otra vez.. EXQUISITO! las berenjenas que hace mi abuela son GENIALES!!

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