martes, 10 de mayo de 2011

Maldita espera...es el mejor tiempo perdido

La espera no me gusta, para nada.

El que me conozca aunque sea sólo un poco sabe que me pongo de mal humor, fastidioso, si tengo que depender de los horarios y las decisiones de otros. Esa sensación de estar a la derivar a la espera de acciones ajenas.

Una de las esperas contra la cual tenemos que lidiar habitualmente los cocineros es la llegada de los invitados, los comensales que se retrasan al tomar su lugares en la mesa, perjudicando el desarrollo, la dinámica de nuestra cena, haciendo peligrar ese delicado equilibro que hemos planificado con esmerada anticipación para que todo salga de acuerdo a lo planificado.

 Si, lo sé, puede sonar un poco maniático, neurótico y sociópata, pero necesitamos controlar esos tiempos, el orden de los sucesos, para que las acciones se repitan en los fuegos tal como las planificamos en papel.

Hoy tengo que lidiar con una de las esperas más largas, tal vez la más larga a nivel profesional,  la espera en la que todos pensamos desde la primera vez que ponemos un pie en el colegio de cocineros, el restaurant propio…

Hoy pasó de ser una simple idea, un anhelo, a empezar a tomar forma de proyecto concreto y tangible, ideas que van tomando forma concisa y que ahora reposan a la espera del momento adecuado para encuadrar.

Por delante viene mucho trabajo, concentración y energía, una apuesta fuerte, para obtener resultados concretos.

Pronto podré recibirlos en mi propio espacio, mi cocina, para compartir con ustedes….

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