Crear una receta es casi
como construir una relación.
Al principio no hay nada.
Un vacío que llenar.
Está el lugar ahí
dispuesto a recibir ingredientes y sabores, colores y aromas. A la
espera de que una idea se transforme en acción, y que de la palabra
se pase al hecho.
El concepto irá tomando
forma a medida que la estructura del plato se vaya puliendo, entre
prueba y error, entre sugerencias y resultado.
Se investigaran elementos
nuevos, desconocidos hasta el momento, que aportaran características
propias de la creación, pero nunca se dejaran de aprovechar los
conocimientos adquiridos con anterioridad.
Cada parte proveerá de
elementos esenciales, propios de cada individuo. Sin las partes es
imposible el éxito del conjunto.
Luego de ensayada una y
otra vez la receta se podrá llegar a una aproximación del resultado
final, o mejor dicho, parcial.
Aquí es donde tomará
parte la constancia y auto superación de cada persona. Cada cual con
su responsabilidad deberá obrar por el beneficio del la totalidad.
Bon appétit.
La mesa ya está
dispuesta a recibir la nueva obra que llega a este mundo.
Pero he de reconocer, que
nunca pude reproducir día a día una receta igual a la otra, cada
vez me gana la tentación de agregar un ingrediente nuevo, de cambiar
una técnica o de quitar lo que sobra.
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